Descripción
Todos de una u otra manera nos hemos visto envueltos en situaciones de perdida. ¿Quién no ha sufrido la muerte de un ser querido, un amigo y una relación? ¿Cómo ha sido nuestro comportamiento y reacción en el momento de recibir y manejar tales noticias? ¿Será posible escapar de dichas temporadas y momentos? ¿Es posible juzgar y predecir tal o cual comportamiento ante una situación como esa? ¿Cómo podría afectar al ser interior tal pérdida? De hecho, ya con solo oír y leer la palabra MUERTE se produce en muchas personas una sensación de ausencia, miedo, terror y hasta negación porque ni siquiera queremos mencionar esa palabra. Aunque asumimos que es una realidad en la vida, tendemos a tener una actitud defensiva a ese momento. En otras palabras, de alguna manera estaremos entre las cenizas de una situación que puntualmente nos hace sentir que no hay salida, remedio ni solución.Allí es cuando se acaban nuestras esperanzas y perdemos toda confianza y fe. El pensamiento primario y dominante en nuestra mente es «todo está perdido, es imposible que yo pueda superar esta situación». Debido a la dolorosa experiencia vivida. Y más si es una muerte anunciada, en la cual todos los involucrados han tenido un tiempo de proceso antes de una fecha de expirada final. Después de todo me atrevo a decirte que hay solución y que aun la muerte no es una excusa para el cumplimiento del propósito eterno. Por el contrario, este libro es un llamado de atención a cambiar, el concepto, la interpretación y la actitud ante la muerte, las malas noticias y sus implicaciones.Lo que sí es seguro es que en nuestra existencia experimentamos momentos de desgano, decepción, desanimo y muerte. Nos encontraremos entre las cenizas de algo que pudo ser y no fue, de aquello que era seguro y en un momento pasó a convertirse en nada. Es un estado en el cual nuestras emociones, sensaciones y sentimientos están tan confundidos, mezclados y anclados a una idea radical y acérrima en nuestras propias perspectivas y criterios. En dicho estado no comprendemos absolutamente nada. Porque al parecer todo estaba marchando muy bien, todo estaba en perfecto orden. Y un acontecimiento puntual en nuestras vidas generó un caos, una hecatombe, una serie de dudas e inquietudes, que de inmediato es imposible identificar el ¿por qué?, las razones y sus respuestas lógicamente programadas en nuestra estructura psicológica y pensante según nuestra escala de valores. Es allí donde perdemos de vista la perspectiva divina y el plan redentivo para el cumplimiento de su propósito eterno en nuestras vidas. Es allí donde necesitamos la intervención de naturaleza espiritual que logre ubicarnos en tiempo y espacio de tal manera que podamos recuperar el diseño divino y corresponder de acuerdo a la imagen y naturaleza de nuestro creador. De tal manera que nuestra mente sea renovada y ajustada a la voluntad eterna, porque la misma debe convencerse de que nunca se ha tratado de nosotros sino de Él. Es allí la razón por la cual Dios al encarnarse en el cuerpo de Jesús y experimentar la muerte pudo lograr revertir el concepto de un suceso que muchos pudieran definir como lamentable y doloroso en aquello que Cristo ha convertido en Dios como la puerta de entrada a una mejor calidad de vida a través de un proceso vivido en su propio cuerpo. Así que un hombre entre las cenizas es aquel que tiene el potencial, actitud, perspectiva y razones divinas para estar en armonía con la vida celestial sin tener que sufrir los flagelos de un sistema que esclaviza y cautiva.