Descripción
Cuando pensamos en las civilizaciones del pasado, en Grecia y Roma y en la grandeza de Egipto, suspiramos al recordar la historia de su caída, y observamos a las naciones de hoy, sin saber cuál será la siguiente en ponerse el sudario y unirse a ese gran archivo fantasmal de pueblos muertos.Pero en todas partes, incluso en el auge y la caída de las civilizaciones, vemos a través de la bruma de la materialidad, la justicia. En todas partes vemos la recompensa, no del hombre sino del invencible, la Llama eterna.Una gran mano se extiende desde lo invisible y regula los asuntos del hombre. Se extiende desde esa gran Llama espiritual que alimenta todas las cosas creadas, el fuego que nunca muere y que arde en el altar sagrado del Cosmos, ese gran fuego que es el espíritu de Dios.