Descripción
« Una mujer vestida de rojo observa el espectáculo desde uno de los costados de la plaza. Aunque está sentada en una silla de madera rústica, exterioriza su elegancia por la manera en que cruza su pierna derecha sobre la izquierda. La tarde declina en silencio. Sigilosa, se va sin despedirse por el mismo camino de siempre. Ahora solo se vislumbra, por el espacio que hay entre el techo de la tarima y los escaparates del sonido, un destello de luz anaranjado que se diluye entre nubes de plata. Cuando la mujer de rojo escucha que el presentador llama a tarima al artista que ella está esperando, se lleva una mano a los labios, y con la otra agarra el abanico victoriano de encajes que tiene sobre el abdomen y comienza a ventilarse el rostro. «Ya se fue la tarde y no deja de hacer calor», murmura. Parece estar nerviosa, pero aun así amenaza, quizá sin que ella se lo proponga, con ser uno de los atractivos del evento. El hombre que está a su lado se queda mirándola con detenimiento. Es imposible no fijarse en alguien como ella teniéndola tan cerca. Es una mujer de catálogo, de esas que muy poco nacen. Es tan perfecta que parece de mentira.¿A quién le va usted? le pregunta el hombre.¿Qué me dices? le responde la mujer, casi sin determinarlo, porque a ella lo que le interesa es que su artista favorito suba a la tarima antes del tercer llamado.¿Que a quién le va usted? insiste el hombre.Le voy al que va a ganar le dice la mujer tras una ligera sonrisa, luego de separar la mano de sus labios carmesí»