Descripción
El escrito, una vez que usted lo eche a andar allá en el río de la vida, es un barquito de papel que está a merced del que lo vea pasar, y lo interprete como basura, o como muy lindo, está a su arbitrio si lo coge como para hundirlo, o como para subirse en él e irse de viaje con el autor. En cierto sentido, un texto se vuelve clásico en la medida en que permita muchos de esos tratamientos diferentes por distintos sujetos. Pero el texto no se puede defender de esa asimilación, en el sentido piagetiano de la palabra, que de toda maneras le hace el lector, entonces, si la primera reacción del lector sobre este texto es que esta es otra ideología, o que esta es otra religión, o que es una crítica de esas anárquicas, o que los que lo escribimos somos unos ecologistas sin oficio, unos pacifistas como medio bobos o bobos y medio, perdimos el tiempo. Si la persona, precisamente por sus mecanismos de defensa, no está dispuesta a meterse a fondo a vivenciar lo que en ese texto se anuncia, lo que apenas se muestra, no vale la pena…