Descripción
Considerar a la formación como el sólo dominio de las facultades de conocer, limita nuestra existencia y nos impide avanzar, soberanamente, sobre lo que somos, podemos y debemos. Tal argumento se entiende como el retorno de sí, como el ejercicio de la inquietud y vocación de saber. El saber debe permitirnos tener un dominio sobre las cosas, nuestras pasiones o debilidades. Todo conocimiento verdadero ha de permitirnos un mejor conocimiento de nosotros, un mayor y profundo sentimiento de verdad. En el otro extremo, centrar la formación en la experiencia es impedirnos ver en la capacidad una herramienta necesaria para el dominio de uno mismo.