Descripción
Ricardo Carretero (Menorca 1957), psiquiatra y psicoterapeuta junguiano (IAAP), aborda una temática pendiente de estudio en la psicología contemporánea: la fecunda relación recíproca entre la actividad poética y la psique. Y, por extensión, entre componer y leer poesía y el encuentro psicoterapéutico.Acaso porque desconozca su propia relación con la poesía, la psicología puede (mal)tratar a la poesía, al igual que suele hacerlo con sus parientes el cuento, la novela y el teatro; esto es, tomarlos como objetos de sesudos análisis que los reducen a meros encubrimientos de patologías sublimadas o, quizá, a simples expedientes de sustancias arquetípicas.La interpretación de los materiales psíquicos, ya sea que estén presentes en una expresión poética o en un movimiento migratorio, no puede usurpar la relación dinámica entre dicho material y su autor o, respectivamente, su protagonista. Como tampoco, por supuesto, la realidad psíquica de una expresión psicopatológica puede ser separada del paciente por la mirada reductiva de un incauto terapeuta. Tanto la poética como la psicoterapia deben salvaguardar la relación entre el material expresivo y el sujeto. Solo así el poema o la terapia alcanzan su meta natural: el sentido.EL ALMA POÉTICA DE LA PSICOLOGÍA propone una reflexión alrededor de ese sentido que debe tutelarse, tanto en la psicología como en la psicoterapia.Al amparo de María Zambrano, Octavio Paz, Pablo Neruda, Claribel Alegría, Miquel Martí i Pol, Wislawa Szymborska y otros, incluidos los maoríes de Nueva Zelanda (poetas todos), Carretero sugiere, con las cautelas del poeta que también es, «importar» a la teoría y a la práctica la noción griega poiesis en sus acepciones más relevantes: tránsito bidireccional entre el ser y el no-ser, entre el origen y el destino, entre la raíz y el movimiento, entre la luz y la Sombra. Un tránsito que sostenga esa tensión (preñada justamente de sentido) presente en todo poeta y en todo paciente. Y que además conduzca a una ardiente lectura, en el caso de la poesía, y a una partícipe y sentida escucha, en el caso de la psicoterapia; a la espera, en uno y otro caso, de alcanzar ese soplo de humana expresión como es la individuación.