Descripción
El dramaturgo español Francisco Benavente en su obra, “El príncipe que todo lo aprendió en los libros”, nos narra la historia de un pequeño príncipe que ha vivido toda su vida enclaustrado en su palacio y cuyo conocimiento y experiencia proviene sólo de la lectura de cuentos de hadas. En su primer contacto con la realidad externa, el príncipe piensa que todo es como en los cuentos y vive divertidas experiencias porque confunde cosas, toma una situación por otra, va de un equívoco en otro. Gregorio Marañón saca sus propias conclusiones sobre el personaje de Benavente: no Hay que ser el príncipe que todo lo aprendió en los libros, pero tampoco el hombre que lo aprendió todo en la vida. No hay duda de que existe un conflicto silencioso entre el mundo de las ideas, los conceptos y los productos del intelecto, y la realidad de las cosas. Vivimos preguntándonos por los grados de correspondencia que existen entre lo que decimos y lo que hacemos, entre lo que entendemos y lo que aplicamos, entre lo que pensamos y lo que escribimos. Si bien el problema existe y es real, no lo podemos reducir a sus niveles estrictamente filosóficos porque también existen razones prácticas que lo vinculan al ámbito del estudio, del trabajo y de las relaciones humanas. El caso más típico lo encontramos en el trabajo pedagógico, donde muchas veces el maestro vive atado a un conjunto de programas y textos que compendian el saber conceptualizado y que debe traducir en actos o acciones en el contexto escolar. ¿Cómo determina los niveles y grados de pertinencia entre los conceptos de los textos y programas, y las acciones pedagógicas desarrolladas en el aula? ¿Existe correspondencia entre los contenidos conceptuales de los planes de estudio y los contenidos empíricos de las prácticas adelantadas? ¿La denominada praxis pedagógica cuenta con las herramientas para transformar la experiencia educativa en una experiencia formativa integral y completa?